12 sept 2012

XABIER SOUBELET

Nació en Ziburu (Lapurdi) el 20 de mayo de 1953. La muerte de su madre Maite Laskibar en 1958 y sus dos hermanas Maite y Miren marcaron inevitablemente la vida de Xabier y nutrieron fuertemente su sensibilidad. Su vida transcurrió entre San juan de Luz y Arraioz en Baztan,Navarra.


Después de estar volcado en su juventud en la poesía y la creación de canciones, en 1975 descubrió la pintura a través del pintor baztanés José Mari Apezetxea. Es aquí donde nació su nueva y definitiva faceta creativa.

Así pues, afincado en Baztán, se dedica a la pintura desde 1975. Poco despues de empezar a pintar se integró en el colectivo de pintores de Baztan con Apezetxea, Ana Marin, José Rezola, kepa Arizmendi, Tomas Sobrino y los vizcaínos Marcelino Bañales e Ismael Fidalgo, muy enlazados con el Baztan.

Es pintor autodidacta y compagina esta actividad con su mundo creativo, la poesía y la canción. Además de desarrollar su actividad con el colectivo "Pintores de Baztán", ha expuesto individualmente en Elizondo en 1989 y 1993, y en México en 1989. Es miembro del colectivo Euskal Artistak e imparte clases de creación artística en el Liceo St. Thomas de San Juan de Luz.

Los primeros pasos de Xabier Soubelet transcurrieron por el impresionismo para llegar rápidamente a una pintura influenciada por Cezanne. Mas tarde, y hasta ahora, el expresionismo Alemán marcó profundamente su estilo. Desde 2009 Xabier camina hacia la abstracción utilizando para ello el color vivo y alegre. Hoy en día le podríamos definir como un pintor expresionista abstracto vasco.

En 1993 fue galardonado con el premio Adour Bidasoa y Premio Ciudad de San Juan de Luz. Recientemente ha realizado exposiciones en el Centro de Cultura Amaia (Irún), en la Galería de la Infanta, San Juan de Luz, y en Quebec (Canadá).

Su obra cuenta hoy con mas de 1850 cuadros, todos ellos repertoriados y numerados.

EL PAISAJE INTERIOR DE XABIER SOUBELET


Xabier Soubelet es un pintor baztanés y también algo más que un pintor del Bidasoa. El Baztán tiene una luz líquida que parece aquietar los cosas, una gama cromática espléndida que invita a complacerse en un paisaje que se renueva de continuo, pero también tiene otras luces más teatrales, más íntimas, que le dan otros matices más tenebrosos, que aquieta los cosas, y un viento sur que hace que las cosas se vean mejor o se vean de esa manera soñadora de quien camina sin pisar el suelo; eso depende de quién las mire y de cómo se miren.

Ahí es donde aparece un pintor cada vez menos convencional, más dispuesto a transitar o a tentar caminos nuevos. Pintar es también inventarse la realidad y que veamos lo que quiere mostrarnos el pintor. Así es como nos asomamos a su mundo particular, íntimo. Su país es nuestro país y su paisaje del alma el nuestro, o poco menos, porque todos los paisajes de verdad propios son paisajes interiores. Una pintura que tiene sus lados sombríos y a la vez sus lados muy luminosos, una pintura delicada, cuando el día es quieto y la niebla baja sobre sus cuadros; y es un pintor trágico, el de las horas sombrías, de los juegos bruscos de la luz y la sombra. Una climatología indecisa. Pintar una climatología, ahí es nada, que la luz y la lluvia parezca que posan para nosotros.

Xabier Soubelet pinta una detrás de otra casas que tienen vida propia, que tienen un preciso sentido de arraigo en el mundo, y pinta sobre todo una casa interior que no tiene, escribía él mismo hace tiempo, ventanas, tejados, puertas, pero tiene vías de escape, caminos que se bifurcan, bosques, rincones donde refugiarse, espesuras en las que esconderse. Una casa íntima con el mar en su interior más que con el mar al fondo.

Xabier Soubelet, y esa es para mi el mayor atractivo de su obra, invita a visitar el país que pinta, melancólicamente embriagador, es decir, que comunica su emoción y su sentimiento, que es contagioso y que tiene esa virtud de mostrar el mundo como no solemos verlo, como no tenemos capacidad de verlo, con otros colores o con el matiz exacto que nos pasa inadvertido. "Era eso y no lo habíamos visto".

Y de pronto en su pintura aparecen barcos, aparecen las manchas y aparece, claro, una forma nueva, distinta, de mirar. No hay estilos nuevos, hay vidas distintas, cambios interiores. El pintor no sale de su mundo, pero este parece otro, las manchas son más rotundas, los colores más intensos, los contrastes más vivos, la intención más esencial, hay más vida personal en el tablero.

En esa pintura, hay un pintor que canta, y un poeta que pinta, un melancólico que sueña y un humorista de mirada festiva que deja un verso inacabado para la próxima estación, alguien que ensaya caminos nuevos y merodea por los ya transitados porque sabe que todavía es posible la sorpresa en el paisaje de todos los días, alguien que no se duerme, que juega y busca siempre puertas de salida. Para mi es de esas tensiones de donde surge la fuerza y la intensidad de su pintura. Una fiesta.


Miguel Sánchez Ostiz- Premio Príncipe de Viana

Más información:

http://www.soubeletxabier.com/



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